¡Ah, mi país!

Hoy en la mañana, salgo de la oficina a La Francesa a desayunarme. Cuando vengo de regreso, en la Roberto Pastoriza con Lincoln, veo un motorista sin casco y sin placa que cruza la Lincoln en rojo y dobla a la derecha.

A ninguno de nosotros nos sorprende que el oficial de AMET que está en la esquina de la bolera, recostado en la pared, no haga ni el más mínimo esfuerzo para moverse, o siquiera se inmute ante tal acción (y así me dicen que los Amets hacen su trabajo).

Lo que sí me dejó boquiabierto fue que el añépido del motorista, luego de hacer su heroíca violación, doblara a la izquierda y se parara justo frente al Amet y se detuviera a saludarlo. Sólo de esa manera logró que esa bestia uniformada hiciera el esfuerzo de despegarse de la pared y se moviera.

¡Qué país!